Dirigida por Mia Hansen-Love.
En la vida real no existe la música de fondo en los momentos de emoción o tragedia que vivimos a diario. No existen las cámaras lentas o las repeticiones automáticas. No existen los congelados cuando se varía de ambiente o algún tipo de señal fingida. Por eso me encanta el cine europeo, más aún el cine francés, al cual he aprendido a querer y observar, ya que sus historias no contienen entretenimiento que convoque a las masas al cine pero sí de esa realidad y naturaleza que uno espera ver en una película.
Es la segunda cinta que veo de esta director francesa, la cual parece estar encaminada a explorar la naturaleza femenina de estos tiempos, ambientándola en típicos problemas que se viven hoy en día en nuestro mundo.
Una familia que de a pocos irá separándose |
En un principio se nos muestra a una familia que vive acorde a lo normal en una ciudad austriaca (Viena si no me equivoco). Victor y Anette es un matrimonio que no la está pasando bien, pese a que en un inicio vemos lo contrario. Anette cree que la ciudad ha cambiado la conducta de su marido y deciden irse a París, donde esperar que todo vuelva a la normalidad y que su hija Pamela pueda crecer en armonía. Nada más alejado de la realidad.
En París, Víctor se pierde más aún en las drogas, logrando que el matrimonio se separe y que Anette y Pamela se alejen de él. Pasado 11 años, Pamela decide buscar a su padre, para poder así calmar las interrogantes sobre su infancia, de las cuales solo sabe cosas de boca de su madre.
Me gustó la película por la forma como explora la relación matrimonial de ambos esposos, más que nada enfocándose en la vida de Víctor, quien es el culpable de que la relación pase por una tormenta sin calma en el futuro.
Reencontrándose 11 años después |
Lo de Pamela vendría a ser el segundo concepto de la película, ya que en un principio vemos como es el deterioro de la relación matrimonial, y en una segunda parte, como es la vida juvenil de Pamela y la reacción que tiene al reencontrarse con su padre 11 años después.
Es otro tipo de vida la que se ve en Europa, muy distinto al que uno observa en familias o sociedades de este lado del mundo. Las reacciones frías y la calma ante ciertas emociones reinan en la cinta, sintiendo la naturalidad de los hechos, con lo cual gana mucho la historia de la directora francesa. Pamela es una chica que no logra asimilar aún el reencuentro con su padre, al cual solo recuerda en parcas imágenes de la infancia y en anécdotas que su madre le contó. Su reacción es como la de una hija ante este tipo de momentos, sin llegar al extremo del dramatismo ni ser 100% gélida.
El final es casi poético, dejando mucho para la libre interpretación, lo cual siempre es una guiño clásico del cine francés.
Puntaje: 7.5 puntos